miércoles, 17 de julio de 2013

EN LA MONTAÑA 0% MIEDOS, 100% PRECAUCION

No sabía que título darle a esta entrada y al final se parece más a un anuncio de cerveza sin alcohol que a una entrada de senderismo.

Yo siempre he sido un poco cabra montesa por la montaña, (de algo había de servir pasar todo el verano en el pueblo...) pero ni mucho menos hago las locuras de Kilian Jornet. Parece que este chico no le teme a nada a la hora de enfrentarse a sus retos montañisticos. También es verdad que con los años, y más ahora que soy madre, te sale el don de la precaución y cosas que antes ni te habrías planteado, ahora pueden llegar a bloquearte. Está muy bien no tener miedo a la montaña pero respeto sí que se ha de tener. Mucha gente ha dejado la vida en la montaña, profesionales y "domingueros". No seamos uno de ellos.

¿Y por qué estoy haciendo esta entrada? Pues porqué en el trekking de este finde mi marido, que llevaba a la espalda a mi hija, no se atrevió a pasar por un camino, que en otro momento hubiera hecho con los ojos cerrados. La lluvia de la mañana había hecho que se estrechara un poco el sendero que seguíamos y de golpe el camino se estrechó tanto que solo pasaba un pie detrás del otro, en fila india. Sólo eran 3-4 pasos. Necesitabas confiar en donde clavabas los palos y tener fuerza para impulsarte un pelín. Primero lo pasé yo y el fallo fue comentar en voz alta lo estrecho que era, que se podía resbalar, caerse la peque,... Si no hubiera dicho nada, MA lo hubiera pasado sin pensárselo. La cosa es si lo hubiera conseguido o se habrían resbalado montaña abajo. Nunca lo sabremos porqué primó la precaución a finalizar la ruta.

Pero hay otros miedos que son bastante absurdos. Hay un puente de madera sin barandilla de casi 1mtr de ancho, ubicado a unos 2 metros del suelo en el P.N. de Aigüestortes. Lo he pasado en varias ocasiones sin problemas. A veces con mucha agua en el río, otras veces, con menos. Pues el verano pasado justo antes de cruzar el río, quise hacer una foto a mi familia y mientras guardaba la cámara me dio por mirar lo rápida que bajaba el agua por el deshielo y... ya fui incapaz de cruzarlo. Me entró un pánico horrible a caerme y que me arrastrara corriente abajo hacia el siguiente lago. Me quedé paralizada. Esperamos unos minutos a que se me pasara pero en vista que la cosa no mejoraba, no venía nadie y mi marido no podía venirme a buscar porque llevaba a la niña detrás, no quedaron más narices que pasarlo. MA se puso a explicarme cosas para que olvidara que estaba pasando el puente y en unos 20 segundos ya estaba en la otra orilla.En este caso, como era suficientemente ancho, lo pasé a gatas y estoy segura que con el miedo que llevaba encima, si lo hubiera pasado de pie me habría caído. Aparte del remojón que podía darme, el único problema hubiera sido golpearme con alguna de las rocas hasta encontrar un sitio en donde frenarme de la corriente. Pero poco más me hubiera pasado. En este caso, una opción hubiera sido buscar una alternativa para continuar descendiendo la montaña o, si es una ruta circular ... deshacer todo lo hecho y volver por el camino de la mañana.

Otra cosa muy distinta, es que el agotamiento o un golpe de calor nos venza y no podamos continuar. Esto sería 100% culpa nuestra. Si no se está físicamente preparado, no se pueden hacer según que cosas. Hemos de saber nuestras limitaciones y si nos apetece hacer una ruta concreta.... podemos entrenarnos antes con tiempo. Hacerlo en malas condiciones puede ser muy peligroso.

Y respecto a los golpes de calor... Por favor, en la montaña taparos!! No se va a lucir tipito sino a disfrutar de las vistas y el entorno. Un golpe de calor puede ser fatídico. Aquí como anécdota puedo explicar que un verano quise ponerme morena haciendo la ruta de los volcanes en la Palma. El golpe de calor fue tal que empecé a delirar y decidí que la cima del volcán tenía unas vistas preciosas y era un bonito lugar para despedirme de esta vida. A MA casi le da algo cuando me puse así, yo estaba muy feliz, estirada en el suelo mirando el Atlántico, además tenía un poco de frío mientras él estaba sudando tinta. (La temperatura estaba por encima de los 30ºC y sin sombra a la vista). La única manera de recuperarme fue bebiendo un montón y comiéndome los kiwis que él se había traído de postre, y que pensaba comerse unas horas después. Todo acabó en un buen susto y unas horas después celebrábamos el haber recorrido los más de 23km de la ruta de los Volcanes. Pero ese día, ambos sabemos que podría haberme quedado allí por una imprudencia de novato.


Con esto lo que quiero decir es que la montaña es para disfrutarla, no para pasar malos ratos ni hacérselos pasar a los demás. Si la cosa se complica, vale más la pena volver y no arriesgar inútilmente la vida. Pero por si acaso nos pasa algo, id siempre acompañados. En caso de que nos coja un ataque de pánico injustificado, nuestro compañero siempre podrá tranquilizarnos con sus palabras o en último recurso, llamar a alguien para que venga a rescatarnos.


A disfrutar de la montaña... con precaución.

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