Este finde nos hemos acercado a Caldes de Montbui para ver la feria de
Navidad que montan cada año por estas ferias. Lo mejor de esta feria, es el
caldo casero que sirven al atardecer. Como se agradece con el frio que hace!
Este pueblecito, a 45 minutos de Barcelona, tiene mucho que ofrecer, como
por ejemplo sus fuentes públicas desde las que emana agua hirviendo. Es por
ello que esta zona es conocida por sus balnearios desde hace siglos. Pero hoy sólo os voy a hablar del parque de
Can Rius, el cual desconocía a pesar de haber visitado muchas veces Caldes. La
razón de no saber de su existencia hasta el momento es que la entrada, aunque
está en el mismo centro, queda algo oculta. Si estamos en la pl. Font del Lleó y tenemos
enfrente el balneario Broquetas, hemos de adentrarnos en la calle que nos queda a
la izda, carrer del pont. En esta segunda plaza, bastante más pequeña, veremos que se abre
un arco en la fachada del edificio que nos queda a la izquierda. Esto es la
entrada del parque. Una vez en el parque, nos dimos cuenta que como mínimo
había una entrada más "normal" en otro extremo. Pero ésta que os
comento tiene su magia especial.
El "Parc de Can Rius" tiene una extensión enorme en varios
niveles, (unas 13 ha). Nada más entrar, pasamos por un puente de piedra que nos
trasladó a finales del s. XIX. La verdad es que parecía un parque un poco
decadente. Nos os dejéis engañar. Está muy bien cuidado. De hecho a pesar de
ser sábado, nos encontramos a varias personas limpiándolo. Si os paráis un momento en medio del puente,
cerca de donde debía estar la puerta de hierro de entrada, veréis unas
"placas" de piedra en donde indican quien pagó el parque y quien lo
diseñó. El parque era utilizado, aparte de los vecinos, por los clientes del
balneario para pasear y relajarse.
Nada más cruzar el puente hay un pequeño espacio a la izquierda, con
vegetación salvaje y unos bancos, que visto desde fuera parece ser todo el
parque pero a la que giramos la vista a la derecha, apreciamos una mínima parte
de la gigantesca extensión. Nos encontramos con una avenida de árboles
flanqueando un camino ancho de tierra, por el cual circulaban algunas bicis y
niños con patines. A los lados, se van abriendo otros caminos. Nosotros
decidimos coger el camino ancho central. En uno de los caminos que se abría,
vimos una mesa de ping pong, y algo más alejada, una zona infantil para niños.
Fuera de la zona central, el parque parece un bosque y le da un encanto
especial. A pesar del frio que hacía, allí se estaba bastante bien. Los arboles
protegían muchísimo del viento.
Si bajamos a otro nivel, encontraremos una cancha de básquet, un lugar
donde jugar al futbol y hasta una zona para preparar picnics con barbacoas,
siempre y cuando no haya peligro de incendio. Es decir, en verano, su uso está
prohibido. Otra cosa que me han contado pero no llegué a ver fueron las mesas
con los tableros dibujados. Será cuestión de buscarlas la próxima vez.
Desconozco si solo se puede jugar al ajedrez y similares o hay tableros tipo
parchís, oca,...
Al final del jardín, hay un mirador desde el que admirar las vistas.
Aparte de su extensión, lo que más me gustó del parque fue la zona infantil
para niños. Aquí no encontraremos los típicos columpios. Ya desde lejos parece
que un barco haya naufragado, dejando escombros por todas partes. La arena es
el mar y el resto... has de dejar volar tu imaginación, cosa que a los niños no
les falta. Por un lado tenemos una canoa que se ha salvado intacta. Por otro, un gran trozo de barco semi
intacto. Varias cajas desperdigadas. Y lo mejor, una torre muy difícil de
escalar. Y desde fuera, una tortuga gigante lo observa todo.
Diversión garantizada para los peques de la casa.
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